Novedad

Menos castañas que nunca, el mismo sabor de siempre

Los puestos ya ocupan las calles del Centro y de los barrios. El humo de las ollas, los cucuruchos de papel y esas castañas doradas como pepitas de oro son un clásico del otoño y de nuestras vidas

Publicado: 03/10/2012

laopiniondemalaga.es
José Vicente Rodríguez
Un otoño no es otoño, visualmente hablando, hasta que no vemos un puesto de castañas instalado en el Parque, la Alameda o la plaza de la Merced. Pero ya están aquí, fieles a su cita de cada año. El humo de las ollas, el olor a tostado, el papel usado en forma de cucurucho para envolverlas, la cáscara reventada por el fuego que una vez pelada deja el hermoso y dorado fruto al descubierto, como si fuera un pepita de oro rescatada del río Yukón..., todo un mar de sensaciones que nos devuelve a tiempos pasados, quizá a la niñez o a la adolescencia, en un dejà vu dulcemente melancólico. Recuerdos de días de lluvia y barro, del retorno a los abrigos y paraguas, de tardes cada vez más tempranamente crepusculares.

Año a año volverán los puestos de castañas a las calles, como las golondrinas a los balcones en el poema de Bécquer, para recordarnos con su presencia el ciclo de las estaciones y el inexorable paso del tiempo. Pasan los años y parecemos los mismos pero el discurrir de la vida nos transforma de forma irremediable, a nosotros y a nuestro paisaje, hasta hacernos completamente otros. Ya lo decía Heráclito en un pensamiento del que se han dado diferentes transcripciones pero que viene a decir: «Ningún hombre puede cruzar el mismo río dos veces, porque ni el hombre ni el agua serán los mismos». Tampoco las castañas, dirán algunos, aunque da lo mismo porque seguirán estando igual de ricas. No en vano las de Málaga, forjadas sobre todo en el rondeño Valle del Genal, son la envidia de Europa.

La castaña «pilonga» es la más conocida por su sabor, su gran calibre, su brillo y su fácil pelado. En un ejercicio de buena cosecha (4-5 millones de kilos) los europeos se llevan la mitad de muestras castañas. Algo que no va a ser el caso de este año. Que no les engañen las lluvias del pasado viernes y sábado. Venimos de una temporada muy seca y la cosecha de castañas se prevé corta y escasa, según comentan asociaciones agrarias como Asaja, con una previsión de apenas un millón de kilos. Así que, ojo, si les gustan las castañas no lo dejen para muy tarde, que este año pueden venir contadas.

Buscar la armonía. Uno pasea por el Centro y comprueba el indudable salto cualitativo que ha dado la zona que representa el principal escaparate de la ciudad. La imagen de calles como Alcazabilla o Císter está a una distancia sideral de la que los turistas y los propios malagueños contemplaban hace sólo unos años. La mejora es innegable. Dicho esto, hay que lamentar que algunas puntos –pienso por ejemplo en algún tramo de la calle Granada– presenten todavía una imagen bastante impropia de lo que debería ser un cuidado conjunto armónico. Inmuebles abandonados en un lamentable estado de ruina y en eterna espera de unas remodelaciones que parecen no llegar nunca. No se trata de señalar a nadie, porque cada edificio tiene su propia historia y resultaría complicado determinar en cada caso si la reponsabilidad es pública o privada. Sólo reiterar algo digno de Perogrullo: el efecto para esos visitantes que luego son los encargados de vender y recomendar a Málaga en el extranjero no es el más deseable.



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